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30/04/2021

28/04/2021

27/04/2021



Noticias
  • Alegría y pajarillos
    La cofradía de Angustias –la más antigua de la Semana Santa de León– celebra hoy la Fiesta de la Virgen de la Alegría, una conmemoración apenas conocida por el gran público –siempre dio la sensación de ser festividad doméstica–, pero, por el contrario, de profunda raigambre en la historia de la penitencial del corazón orlado y la sarga negra. En otros tiempos, muy alejados de la memoria, el auge de este ceremonial, mitad urbano y mitad eclesiástico, brilló con luz propia en la ciudad, según lo acreditan viejos y variados documentos. La fiesta, que se enmarca en el jubiloso domingo de Pentecostés, atesoraba hasta hace unos años –no tantos– una peculiaridad que la hacía, aún, más especial. La habitual misa que todos los domingos y feriados de precepto se celebra en la iglesia de Santa Nonia –sede de la mariana cofradía y de la de Jesús Nazareno– vivía algo especialísimo en esta fecha de la Pascua. O algo inusual: el canto de los pajarillos en el interior del templo, antes y dura
  • Las cloacas del Estado
    En la política actual española ya no se trata de «buscarle las cosquillas» al PSOE, veterano partido instalado actual y democráticamente en el poder mediante limpias elecciones, sino, por parte de la oposición –tanto de la «derechita cobarde» (PP) como de la «derechona valiente» (Vox)–, culparlo de incapacidad para gobernar y, consecuentemente, demandar urgentes comicios para desbancarlo del poder. Pero lo más curioso y preocupante es cierta tendencia añorante del franquismo, cada vez más numerosa, tal y como ha manifestado recientemente la expresidenta de la Comunidad de Madrid, doña Esperanza Aguirre, compañera de partido y de no menor encantadora sonrisita que la actual presidenta doña Isabel Ayuso, gran degustadora de la fruta. De la misma manera que las aguas limpias de los ríos y de los mares se están convirtiendo a marchas forzadas en sucias o fecales, la política, como arte de gobernar depuradamente en pueblos y ciudades para conservar sin ánimo de lucro el orden y buenas costumbre
  • La compra infinita
    Vas hoy. Y mañana. Y pasado. A todas horas. Estás inmerso en un contínuo de transacciones en el que parece que nunca acabases de comprar. Toma, trae, toma, trae. Carga con esto, lo otro, aquello. Un poco, algo nuevo. O usado, que la economía colaborativa, si es que existe, también es pura transacción. Sientes que la vida es un mercadeo contínuo, que tus tiempos están marcados por eso y es repugnante. Reconoces que el espíritu comercial ha sido uno de los grandes fenómenos civilizadores de la humanidad, llevando gente de unos lados a otros (y, te explota la cabeza de pensarlo, como mercancía también hasta ayer mismo) pero estar haciendo compritas pequeñas todo el día (farmacia, kiosko, bar, panadería, súper, librería, gasolinera y lo que te echen) y acabar con extractos bancarios de cientos de movimientos al mes no es exactamente como capitanear un barco fenicio en busca de importantes salinas al otro lado del Mediterráneo. Te fijas en aquellos que pueden elegir a qué dedicar su tiempo porque po
  • El escritorio
    ¿Qué dice de nosotros nuestro escritorio? No me refiero, claro, al físico, que ése ya prácticamente desapareció. Me refiero al de nuestro ordenador. Igual que aquellos que se dedicaban a revolver en los cubos de basura de los famosos y luego exponían sus hallazgos (pañales, complementos vitamínicos en exceso, cajetillas que denotan una dieta rica en Marlboro), un vistazo a los monitores puede decir mucho de nosotros. Por ejemplo, éste desde el que escribo, en una pantalla LG de resolución más que aceptable, tiene no sé cuántos accesos directos que nunca he usado (¿el Paint? ¿Para qué diablos quiere un adulto funcional el Paint? ¿Y quién me instaló el VLC media player?), más documentos que fueron sacados de sus ficheros correspondientes para que no se nos olvidase su existencia y hacer algo provechoso con ellos, pero que terminaron convirtiéndose parte del paisaje para, así, perder definitivamente nuestra atención y terminar olvidándose de su existencia. Veo por aquí igualmente unos cuant
  • Dulzor
    Dulzor, dulzor, dulzor… Así reza un verso del poema final del libro Tixtos de Melibea que, recitado por su autor, Luis Federico Martínez, llenaba el aire de suavidad y de deleite. Era, es, un poema de amor. Quizá sean esos, el amor y la poesía, los últimos refugios para la dulzura. Siendo más prosaicos, sin entrar necesariamente en lo mucho amargo que reina a sus anchas, lo dulce se persigue o se condena. En nombre de la salud, se hace desde la medicina. En nombre de la economía, se hace desde ciertas multinacionales. En el primer caso, el azúcar enferma. En el segundo, el azúcar no es rentable. En ambos casos, se anuncian limitaciones y es muy dudoso que el verso de cabecera cupiese en el catálogo de lo correcto en uno y otro ámbito. En el de la salud desde luego que no. Y en el de la empresa que acaba de anunciar el cierre de una de sus azucareras no parece nada oportuno. En suma, queda la poesía. Dulce y lejana voz por mi gastada, escribió García Lorca. Dulce el fuego de amor, dulce la pena, se