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- Javier Bermejo regresa a León con La Quimera de Plástico
La novela 'Las guerras de nuestros antepasados' del vallisoletano Miguel Delibes sube a escena el lunes, día 2 de junio, en la Biblioteca Pública de León. Lo hace en una producción de La Quimera de Plástico, que trae de regreso al intéprete Javier Bermejo hasta su provincia natal. Será desde las 18:30 horas cuando la historia de Pacífico Pérez cobre todo el protagonismo en el enclave de la capital provincial. «Enfermo de tuberculosis, Pérez está en prisión por haber cometido un asesinato y va a ser juzgado y presuntamente condenado a garrote vil, por otro crimen. El Dr. Burgueño, con el fin de ayudarle le convence para que hable de su vida, pues intuye que detrás de Pacífico y sus acciones se esconde algún misterio aún no descubierto. Pacífico ha vivido rodeado de un ambiente de agresividad y violencia porque su Bisa, su Abue y su Padre están marcados por las guerras diversas en que han intervenido», reza la reseña de la puesta en escena. Organizada por la Junta de Castilla y León, la cita - Un día triste
Tenía escrita la columna de esta página dos que desgranaba María con belleza nostálgica hace unos días. La tenía guarecida en el terreno inhóspito de la informática; bien atada, bien resuelta, pero demasiado frívola para plasmarla aquí en una jornada como la de ayer. El papel siempre va un día por delante y nosotros escribimos de mañana como si fuera hoy y de hoy como si fuera ayer, perdiendo un poco la noción del tiempo entre puntos y aparte. Y ayer –que es hoy en este pasado metafísico– fue un día un poco triste en el mundo cultural. Y no sé si por estar en parte entrometida en sus entresijos, pero sin conocer en persona a Jesús Trapote, me entristeció su muerte. Más o menos la comprendí: hay unos años en que la mirada se torna abismal por ver cercana la muerte. Entonces la panorámica se amplía a planos distintos que antes nos son irreconocibles. Lo veo cada día al pasear en una tierra de ancianos. Vislumbro su miedo –a veces–, su seguridad –otras– ante la llegada de la parca - ¿Quién amamantó los olivos?
No soy futbolera, lo reconozco. No obstante, me alegra muchísimo que la Cultural leonesa haya ascendido a segunda división. Lo que no llevo tan bien es por qué por ellos la ciudadanía sí sale a la calle, pero no se levanta para celebrar o reclamar cuestiones más cruciales en nuestras vidas. Gana nuestro equipo y nos sobran minutos para plantarnos en fuentes y estadios, pero permanecemos impasibles ante diversos horrores, como si no fueran nuestros y definitivos. ¿Cuándo saldremos juntos para pedir la paz en Gaza y en Ucrania? ¿Cuándo quedamos para reclamar que no nos gobierne una mafia, que sean claros, transparentes? ¿Para cuándo una cita en calles y plazas para apoyar lo que queda de nuestro Estado de Derecho y defenderlo como el bastión que es con uñas y dientes? Sí, me refiero al poder judicial, no podemos dejar solos a nuestros jueces y fiscales que se la juegan cada día por salvar del fuego la democracia, y me refiero también a la UCO, con la que quieren terminar. ¿Y qué me dicen de los o - Preñados de ridiculez
He perdido ya la cuenta del número de columnas que he escrito con evidencias palpables de que estamos al borde de la extinción. El único consuelo es que solo nos extinguiremos los seres humanos, por lo que, al menos, así el reino animal y la Tierra se librarán de nosotros, que no es poco. Puestos a elegir, reconozco que hubiera preferido que nos extinguiéramos, por ejemplo, debido al impacto de un meteorito, lo que da al drama cierta épica. Pero, visto lo visto, seremos nosotros mismos, con la ayuda de nuestra estupidez, los que nos autodestruiremos. La última prueba de que estamos más cerca de la extinción es la moda de los 'baby showers'. La vorágine de mi día a día me había evitado el mal trago de ser consciente de esta frikada, hasta que, hace unos días, una amiga me comentó, un poco indignada, que había sido invitada a este espectáculo esperpéntico. Mientras me explicaba en qué consistía, no daba crédito a lo que me decía. Necesitaba informarme bien sobre esta broma de mal gusto y buce - Vivir con...
Que un niño nos inunde con su mar de pena porque interpreta que sus amigos no le hacen caso es difícil de digerir. Y es que te puede la pena cuando sabes que es una situación que se va a repetir en su vida. Que esa frustración ante el rechazo y la incomprensión va a ser una constante. Porque es diferente: gime cuando debería sacar pecho, y aún arrastra su mochila carrito cuando ya debería cargar a su espalda con el peso abultado de libros infinitos para rimar al postureo de otros. Y a menudo deambula por el patio a la búsqueda de cariño, intentando acompasar sus pasos inciertos al ritmo de "sus amigos", que resignados le consienten, pero no le quieren a su lado. Porque le ven como extraño. Porque se mueve de otro modo y se ríe desvencijadamente mientras "sus amigos" le miran con extrañeza. Nos interpela, llora, y pide justicia, "no sé por qué no me hacen caso", pero luego solicita clemencia para que le perdonen. No consigue ser entendido. Es el drama de aquellos a los que se mira de distinta forma.