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- Ligera de equipaje
Nueve de la noche, pero en su organismo seis de la mañana. El número de copas lo perdió hace tiempo, aunque nunca tuvo la intención de llevar la cuenta. Las penas las ha ido soltando en el váter durante toda la tarde, aderezadas con el hedor de la micción. Sus sesenta y tantos y la apariencia cotidiana le convierten sin querer en un personaje de Óscar García Sierra. Se ha dejado la ropa tendida y no hay nadie en casa, esperándole, que se la pueda recoger. Son días algo tristes estos en los que no hacemos más que desearnos felicidad, como si de pronto hubiéramos descubierto su significado. Los reencuentros –eso sí– suelen ser buenas noticias; no tanto esas sillas vacías en algunas casas, ni aquellas henchidas de ego y vehemencia en tantas otras. Son días algo grises a pesar de la abigarrada iluminación. Algo paradójicos, pues nos llenamos de cosas como rehuyendo del primitivismo nómada; como reafirmando el inconsciente evolutivo que un día nos hizo sedentarios. Y pausados. Y tan cómodos que - Despedida
La vida es la piel que manché, el año languidece y en mi corazón de hombre viejo, solo queda tu espalda para naufragar. Fui abril en tu pecho y tus caderas, y hubo canciones, y lápices, y dorsos, y una cesta con diamantes y pájaros. Todo eso había. Brilla ahora, tenue, una certeza: al final de mis noches y mis versos sigues siendo, junto a la piel manchada, mi única patria. - ¿Filosofando? (Publicado el 25 de julio de 1998)
Cuando quiero decir algo sobre un tema en concreto me pongo a escribir y poco a poco se va configurando e hilvanando un artículo que al fmal expresa nítidamente mi opinión. A medida que avanzo en su redacción lo veo todo tan claro que el bolígrafo corre desbocado por el papel, casi no lo domino, puede más que yo. Al principio siento cierto miedo de que me aparte de la ortodoxia establecida, pero al final me doy cuenta de que si me preocupo mucho de escribir como se dice ahora «políticamente correcto» pierde lo que escribo, la naturalidad y sobre todo la sencillez de expresión, que es lo que a mi realmente me gusta, aparte de que ¡para que nos vamos a engañar!, no sabría hacerlo de otra forma. Desde luego lo que sí puedo afirmar es que cuanto digo o transcribo nunca es teoría, siempre es consecuencia de experiencia mía acumulada a través del tiempo. Son vivencias que tengo acumuladas y envasadas al vacío, pero eso sí, al natural. No se deterioran por el paso de los años, creo que hasta ganan en - Fontana dei
Hay en León un territorio de resistencia que llaman de los Artistas porque allí se congregan soñadores prodigio que buscan, autodesterrados hijos de Eva, recuperar la esencia del ser humano, inspiradora del genio creativo. En el barrio del Crucero donde yo trabajo. Donde la Sal y la Vega se hermanan para dar fruto en abundancia; el que rezuma de lo diverso. Y está al otro lado del río, en la que llaman pedanía de Armunia, aunque quizá debieran rebautizarla como Armonía, porque la 'u' quiso unir sus brazos para acoger mosaico de culturas y esperanzas. Como las que traen las personas solicitantes de asilo en su maleta de sueños, que desde distintos lugares del orbe, peregrinaron a este arrabal de azúcar olvidado, cofradía de perdones e indultos, y palacio de pandemias y exposiciones, buscando un cobijo. Porque no había sitio para ellos en la posada de sus hogares, por causa de dientes misiles o bigotes intolerantes. En el escenario de esos espacios creativos, llamado «La Futura», impulsado por María - Reconciliarnos con el cuerpo: también es feminismo
Nos han enseñado a mirar el cuerpo como un enemigo. Demasiado gordo. Demasiado flaco. Demasiado alto, bajo, ancho, viejo, arrugado. Nunca suficiente. Nunca bien. A las mujeres se nos ha repetido, generación tras generación, que el cuerpo es algo que hay que corregir. Que hay que tapar. Que hay que moldear a golpe de dieta, de faja, de depilación, de vergüenza. Y ojo: no es casualidad. Un cuerpo inseguro es un cuerpo dócil. Un cuerpo avergonzado es un cuerpo que no protesta. El feminismo también es esto: reconciliarnos con nuestra piel, con nuestras arrugas, con nuestras estrías, con nuestros kilos de más o de menos. Porque mientras sigamos odiando lo que somos, será más fácil que nos controlen. Mirad alrededor: ¿cuánto tiempo, dinero y energía gastamos en 'mejorarnos'? Y qué curioso: casi siempre las que tenemos que 'mejorarnos' somos nosotras. ¿De verdad alguien cree que eso no es político? Reconciliarnos con el cuerpo no significa que de repente tengamos que amarnos en cada centímetro. Signif
19/07/1965 